Alcachofatriste

La alcachofa está triste. ¿Qué tendrá la alcachofa?

10 febrero 2007

¿Será Madrid?

(Escrito también el 8-feb-07)

En los tiempos que corren muchos ya estamos curados de espanto. La TV -los medios en general- nos muestra, a menudo (no siempre), la dureza, la crudeza y la realidad de las cosas. Sabemos que existen y nos imaginamos (o sabemos, valga la redundancia) como son.

¡No! Hasta que no lo presencias en 2ª persona o lo vives en 1ª no te haces a la idea. Lo tienes delante, es real, es así...

Hace un par de meses un chaval marroquí me invitó a tomar una copa (evidentemente le dije que no): típico buscavidas inmigrante al que le han contado -al pobre- que si se casa con una española, automáticamente obtiene el permiso de residencia.

Antes de ayer, sobre las 18:40, en el andén de en frente ví como una pareja fumaba heroína (ella era muy poco disimulada). Desde el primer momento que se cruzaron en mis recorrido visual sospeché lo que eran (yonkis) y lo que hacían (preparase una dosis... mechero, cuchara, canutillo).

Mi gesto externo no se inmutó, pero en mis entrañas -concretamente a la altura del bazo- noté un temblorcillo a modo de alarma (todo esto en cuestión de segundos, claro). "¿Qué hago? ¿Llamo a seguridad?"- pensé. Acto seguido me paralicé y me quedé enganchada a ellos como ellos lo estaban a su dependencia sin importarles el resto de los mortales.

Me convertí en espectadoras de esa escena bucólica (para ellos, bucal para mí). Nadie, ni yo (aún paralizada) hicimos nada. No pensé en lo que pensaba, pensé en qué estarían pensando los demás.

Llegó el metro, me monté y según avanzaba quise fijarme (aún no sé por qué) en sus rostros. Primero en ella: rostro muy chupado, pelo pomposo castaño y larguirucha. Luego él: no le ví la cara, pero bajo su gorra -tipo Fito- se adivinaba que era calvo. Se morreaban a menudo.

Conseguí desconectar de aquel horror (para mi gusto) pero se ve que a día de hoy -no han pasado tantos- aún ronda por mi inquietud.

Y esta mañana casualmente mis ojos se han dirigido a la acera de en frente, coches aparcados (según escribo esto acabo de ver el banco de los yonkis) en batería. En la ranchera blanca, maletero semiabierto 90º, un hombre sin camiseta, sentado como puede para no dar con la cabeza en el techo (siempre dentro del habitáculo) se está enjabonando primero las axilas, luego los brazos, luego la cabeza y el rostro, luego... dejé de mirar...

Me quedé cabizbaja, pensativa, jodida. Lo siguiente que pensé es que como minutos después iba a llamar a mamá se lo contaría. No hubo ocasión, pues me centré en darle las buenas nuevas de mi vida.

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